En palabras del escritor Paul Raeburn, «Marte mantuvo un dominio inquebrantable en la imaginación humana durante miles de años. Mientras los antiguos astrónomos observaban cómo las estrellas se extendían majestuosamente en la oscura bóveda celeste, centraron su atención en un extraño objeto rojizo que no seguía las leyes de los cielos. Casi todas las estrellas parecían moverse a lo largo del mismo arco, pero Marte era una de las pocas estrellas que no seguían la trayectoria adecuada. Los griegos llamaban a estos objetos πλανήτης (planētēs), que significa «errantes»».
La relevancia de Marte en la cultura es innegable, y dado todo el simbolismo que encierra – su nombre, Marte, por el dios romano de la Guerra, su color – le otorgan un magnetismo que atrapa a los astrónomos. En la astronomía de la antigüedad, como hemos visto más arriba, era evidente que la órbita y la trayectoria de ese pequeño punto rojo no era como los demás errantes. Habrá que esperar a las observaciones de los astrónomos del siglo XVII para comenzar a definir la superficie del planeta, pero no será hasta a mediados del XIX cuando encontrarán algo que cambiará por completo nuestra imagen del planeta.
En 1877 el célebre astrónomo Giovanni Schiaparelli se encontraba analizando Marte cuando observó sobre la superficie una serie de manchas que se extendían como canales. Dado que eran visibles desde la Tierra, Schiaparelli dijo lo siguiente:
«Más que verdaderos canales […] debemos imaginar depresiones del suelo no muy profundas, extendiéndose en dirección rectilínea por miles de kilómetros. […] Ya he señalado una vez más que, de no existir lluvia en Marte, estos canales son probablemente el principal mecanismo mediante el cual el agua (y con él la vida orgánica) puede extenderse sobre la superficie seca del planeta».
Las ilustraciones de Schiaparelli sobre los canales de Marte son, cuanto menos, llamativas y sirvieron para despertar la curiosidad de muchos más astrónomos. Así, unos años más tarde, nos encontraremos que ahora se pasará a representar a Marte con estos canales, como veremos en las obras de Camille Flammarion y Percival Lowell. Este último astrónomo americano afirmaba que los canales habían sido construidos por seres inteligentes para transportar la poca agua que parecía haber en la superficie del planeta.
Arriba vemos una ilustración de Lowell, donde nos presenta un paisaje ideal de ese Marte repleto de canales, y a la derecha una portada del periódico World Magazine de julio de 1906 con el titular «Los científicos saben que hay gente sedienta en Marte”. En el artículo leemos «Conseguir suministro de agua es el gran problema del planeta moribundo. Los marcianos han dominado el arte de conducir el agua cuesta arriba. La gente es probablemente superior que los habitantes de la tierra».
Tal fue el revuelo que generó este “descubrimiento” de un Marte con una civilización con una capacidad de ingeniería abrumadora que la ciencia ficción de la época volvió a poner sus ojos en el planeta con las series de libros de Edgar Rice Burroughs, Camille Flammarion, Julio Verne o H.G.Wells. A lo largo del siglo XIX y principios del XX, los artistas también se lanzarán a representar esta redescubierta superficie con ilustraciones que incluirán algo de vegetación a orillas de estos canales, como serán algunas obras de David Hardy y Chesley Bonestell, considerado el padre del arte espacial.
Más cercano en el tiempo, en el año 2000, NASA le encargará al artista Pat Rawlings una serie de ilustraciones de una imaginada misión en la superficie de Marte, donde encontramos una obra llamada “Tesoro” en la que unos intrépidos astronautas encuentran un copioso manantial de agua en la superficie del planeta rojo. En la actualidad, gracias a todos los rovers que exploran Marte más las redes de satélites que lo orbitan, sabemos que estos canales no son artificiales y que no cuentan con vegetación, pero el planeta rojo sigue escondiendo muchos misterios que próximamente resolveremos.
Sofía López es Graduada en Historia del Arte por la Universidad de Málaga, actualmente finalizando sus estudios de máster en Museología y Estudios de Museos. Desde siempre la astronomía ha sido una de sus grandes pasiones, que a través del Space Art y de la tradición de ilustraciones astronómicas que se extiende a lo largo de la historia, encuentra el perfecto punto de unión entre ambas disciplinas. En 2016 colaboró con el SACI College of Art & Design Florence en el simposio From Galileo to Mars organizado con NASA, y al año siguiente publicó un artículo para la revista Descubrir la Historia, y más recientemente otro para Astronomía Magazine. En el ámbito cultural malagueño, ha dado varias conferencias tanto para la Facultad de Filosofía y Letras como para la Sociedad Malagueña de Astronomía. Ha trabajado en el Centre Pompidou Málaga y en la Colección del Museo Ruso de San Petersburgo/Málaga.